Anoche en un sueño me desprendí de mi, anoche en un sueño pude encerrarme en tu piel, pude debajo de mis ojos cerrados y con la luna en la ventana... convertirme en aquella lágrima precipitada, como destello de tu alma , como ráfaga de voz enmudecida.


Comprendí al tiempo y sus resagos, a tu vivencia y sus esquirlas, tu juventud desesperada, tus penas escondidas.


En un sueño fui tu hijo, en ese sueño te conocí tiempo atrás.

Ahora es que comprendo el porqué de mis rezos, el porqué de ti ahora, tal cual como yo te veo, desnuda, firme, frágil, privilegio de hermosura, virtudes aglutinadas formando un TODO.

Un todo de cabellos azabaches, matizados con algunas platas, ese todo resplandece, ese todo que me habla.


Sueño que quedará por siempre porque por el me convertí en ti, e inundado en tus emociones me envolvió tu epitelio, habité en ti, por tus formas he paseado y tu cuerpo fue mi mapa.

Tomé dirección al norte, hacia tus miedos, tus anhelos, tus vivencias suspicaces.

Derivé al centro, visité tus palpitaciones, me distraje con tus ganas, me alentaron tus ímpetus, me absorbió tu deseo.


Camino al sur conocí campos apacibles, llanuras y selvas reservadas, intangibles y delicadas y preparadas listas para el encuentro incandescente de almas gemelas.


Todo indicaba paraiso, hasta llegar a tus ojos, pero sin saber cómo y casi con tu propia voz hice un cántico triste al viento:


La vida me ha roto los tímpanos
con muchos silencios.

La llave de papá en la puerta
ojos de pánico
y tu grito de silencio.

Luego, tus ojos morados,
ya no eran azules,
y tu grito, de nuevo
tu grito de silencio.

Me he caído - decías.
Siempre te caías
a final de mes,
cuando subías
el volumen de la tele
y cerrabas la puerta.

Incluso tus besos, tus caricias
de la mañana siguiente
que me hacían sentir tan bien
ahora entiendo que
escondían tu silencio.

Y un día te fuiste con tu silencio.

Llegó otro maldito silencio
el de mis lágrimas
como una procesión
de hormigas resignadas,
o el de los brazos
de condolencia
en mis hombros abatidos
de alma envejecida
y cuerpo de niño,
el silencio de tu perfume encerrado
en el frasco y en el recuerdo
o el de tus libros
ahora bajo el polvo
del que se avergüenza
de abrirlos.

También lloré el silencio
de tu silla vacía,
el de mis besos sordos,
tristemente huecos,
el de mis manos sin tu rostro,
donde te hacía misico.
Y, por supuesto, el silencio
de decir “mamá”
y escuchar sólo el eco
de mi soledad.


Cuando una puerta se cierra
este libro y tus besos
siempre se abren- decías.

¿Sabes?
A veces sueño que estás aquí,
que todo fue distinto,
y me pregunto,
con mi cuerpo envejecido
y mi alma nostálgica de niña,
¿con qué palabras
me habrías hablado
si no hubiera existido
este silencio?


Sin lugar a falsedad absurda, no pretendo que sea cierto, es imposible engaño, tras el telón del alma, sobran las palabras, con el vínculo de la mirada.


No hacen falta palabras, cuando un beso lo revela todo, si la calidez de los labios es guía concede más que un elixir embriagante también concede revelaciones, encontrar las conexiones.

Saber de donde vienes y aquien le perteneces.


Sí una mano tibia y suave te susurra hasta el más furtivo sentido, entonces todo se sobreentiende, ese amor lo explica todo,resuelve todo, contesta todo.

Y es en este punto que lo que digo sobra, para lo que sentimos ya todo sólo está de sobra.