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pegasoeterno
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L'Atelier de mes passions
Mis suspiros se exteriorizan poco a poco y con sutileza, mientras mi cuerpo se sumerge en un delicioso baño de espumas blancas de aire. Hoy, a diferencia de otros días, no deseo que ella esté conmigo diluyendo nuestra piel, nuestros sentidos, nuestros deseos inundados hacia el éxtasis. Eso lo dejaré para luego, cuando la tenga conmigo, cuando realmente sepa que ha llegado a mi vida, hoy por hoy no lo sé. En mí, parece una utopía que este estado plácido exhale desde mis adentros sin el acompañamiento “une femme”. Hoy estoy conmigo mismo en una soledad hiriente y a la vez fascinante. Anestesiado de preferencia y escapando del daño emocional.
Mis oídos se extasían con la cercanía de un saxofón de una preciosa melodía de New York
Mi cuerpo desnudo se refleja en el espejo imaginario de mi habitación y brindo a su imagen sobre esta sensación de libertad tan única que ahora siento. Mis labios se unen a esta fiesta de sensaciones cuando paladean el vino, mientras imagino nuestro próximo encuentro. Meses sin vernos, quizá nunca, ya no importa, pero tendremos una noche nuestra por completo, esta noche en mis sueños, para desatar nuestros cuerpos y nuestras almas, en un clima de extrema libertad que hace mucho no sentía.
Al iniciarse la noche, después de caer secuestrado en tus recuerdos, de los tiempos franceses, al tiempo que, las feromonas comenzaban a hacer estragos reforzando, paso a paso nuestras ansias. Coherente con nuestra relación, se hizo de manifiesto el lenguaje erótico que, más allá de las palabras, nos susurra con gestos, miradas, sonrisas, ademanes: el deseo de sentirnos el uno al otro… Al compás de la magia de esa velada, y esa mujer, la que aún no conozco me dice:
“Yo,
Mujer vientre de sol,
Te convoco a la luz,
A juntarte conmigo al mediodía
Media tarde, media noche,
Ninguna sombra entre nosotros medie.
Ven.
Álzate conmigo hasta el cenit
Mírame desde adentro.”
Efectos arrolladores removieron mis terminaciones nerviosas… nos dirigimos a mi palacio con la supuesta intención de dormirnos, pero ambos sabíamos que sería después de cumplir con su mandato: “Calma tu sed y tus furias en mí”.
Con su cercanía incitadora, sus labios abandonaron los míos hacia abajo concentrándose en mi cuello mientras que, toda ella en pleno fulgor, recorrió mis lugares más recónditos cuando su posesión iniciaba su camino, lo cual sumado a ese recorrido súbito ardiente, y apasionado por el área de la inclinación de mi cuello, me hizo desfallecer y entregarme al fuego total de su pasión…
Hoy, me miro al espejo y observo con picardía que, las recientes huellas de su mordisqueo, aún están sobre mi piel, luego pasará ese efecto narcótico pero perdurará encantador en mis sentidos con satisfacciones infinitas. Ya ese sueño erótico de ser yo vampiro arrebatador, dominante y conquistador, se ha hecho realidad a través de Perseo, el vampiro divino que fue poseído por nadie.
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